Opinión

Ambientalistas contra del interés público

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Un grupo de vecinos de Pilar está en pie de guerra ante la instalación de dos centrales termoeléctricas en ese partido bonaerense. Algunas asociaciones vecinales interpusieron recursos de amparo contra el funcionamiento y construcción de las centrales.

Por Félix Grandet

Se trata de las centrales Matheu II y Matheu III, dos de las 20 centrales térmicas que el Ministerio de Energía licitó y adjudicó en distintas ciudades del país y que sumarán 2.800 MW de generación eléctrica a todo el sistema interconectado.

El principal fundamento esgrimido contra la instalación es la contaminación ambiental. Los argumentos circularon con furia salvaje por las redes sociales con consignas tales como: “no queremos que nuestros hijos mueran” o “no al cáncer”. Se trata de argumentos con una lógica dialéctica que poco tiene que ver con la lógica científica y no tienen el objetivo de persuadir, sino de exacerbar los ánimos, cosa que han logrado, movilizando a vecinos preocupados.

Algunos mantuvieron un “acampe” durante varios días en un intento por bloquear el acceso a las instalaciones.

Pero los verdaderos interesados en promover el escándalo moran en las inmediaciones de las plantas que se suman a los desarrolladores inmobiliarios que oportunamente nada le dijeron a sus clientes respecto de la zonificación en la zona sobre la ruta 25 que es en realidad un parque industrial abierto.

Pero hay también otros interesados en crear el conflicto. Se trata de kirchneristas cuyo único fin es voltear al intendente de Cambiemos, Nicolás Ducoté. Los intereses de los vecinos y los del kirchnerismo, que a priori pueden parecer contrapuestos, forman una arcana sinergia que tiene una inusitada fuerza política. Así, lo vecinos bien intencionados terminan empedrando el camino al infierno.
Los amparos fueron interpuestos ante el juez penal federal de Campana, Adrián

González Charvay quien ordenó la paralización de las obras y los ensayos finales de la usina Matheu II que ya estaba habilitada para entrar en servicio y decretó la prohibición del uso del recurso hídrico subterráneo y el vertido de efluentes líquidos por parte de APR Energy.

Las empresas arrimaron las pruebas de rigor, incluso todas aquellas que desmentían las afirmaciones de los ambientalistas. Se alegó el interés público, se citó el marco jurídico nacional, las circunstancias del llamado a licitación internacional, incluso los edictos publicados. Y por supuesto, fueron agregadas todas las certificaciones ambientales pertinentes.

Entre otras pruebas, se adjuntó un informe técnico de CAMMESA que alertó sobre los inevitables problemas de suministro de la temporada veraniega por no contar con los 228 MW que iba a aportar la central Matheu II. En ese informe, Cammesa —que de paso abrió el paraguas por el estado de las redes e instalaciones— dice que se está operando al límite y sin posibilidad de poder atender un evento de falla del sistema o un salto de la demanda provocado por las altas temperaturas.

La principal característica de las centrales es que ante una eventual falla severa que afecte la alimentación total a la Estación Transformadora Matheu o a la Estación Transformadora General Rodríguez (colapso parcial o generalizado del Área GBA), la central tiene la capacidad y flexibilidad de arrancar en forma autónoma en corto tiempo y abastecer el área cercana con sus 228 MW (atendiendo a 500.000 habitantes aproximadamente) y además reducir los tiempos de arranque de otras centrales de generación del área que requieren de una alimentación externa para su puesta en marcha.

Por su parte, el Gobierno Nacional no quiso exponerse e intenta mantenerse al margen del conflicto, pero no ha dejado de enviar mensajes a las autoridades judiciales y municipales indicando que el freno a la central térmica Matheu II eleva los riesgos de cortes de luz en Pilar y varios partidos del Conurbano y como si fuera poco, desalienta a los inversores.

No hubo caso, el Juez de la causa hizo lugar a los reclamos y como Pilatos se lavó las manos y le tiró el fardo a la Cámara Federal de San Martín que finalmente será quien deba resolver la cuestión. Lo que sí trascendió es que el Charbay y la secretaria del juzgado viven en las cercanías de Pilar, por lo que procedería una excusación.

Palabra santa

Como taumaturgos, los amparistas presagiaron que plagas y calamidades recaerían sobre el pueblo de Pilar si las centrales comenzaban a funcionar. Pero hábilmente escamotearon un informe de la Asociación Argentina de Oncología Clínica que es categórico en sus conclusiones:

“No existe al momento actual ninguna evidencia científica categórica que avale una mayor incidencia de cáncer como consecuencia del uso adecuado de usinas termoeléctricas con las características mencionadas.”

Pese a la fuente y autoridad de estas afirmaciones, las palabras de la ciencia no fueron escuchadas y se insiste con el argumento del cáncer y la contaminación. Resulta legítimo preguntarse ¿dónde iremos a parar si es la opinión de la turba la que fija las premisas científicas? Si los ambientalistas tuviesen razón ¿rechazarían la atención de un médico oncólogo miembro de la Asociación?

Para más datos, turbinas como las instaladas en Pilar se instalan también en hospitales de los EE.UU. para proveer de energía, calor y vapor.

Pobres contra pobres

Los que acampan en la puerta de la usina no es la gente “bien” de Pilar, sino ciudadanos de los estratos más humildes. Son aquellos que no tienen la posibilidad de gastar un sueldo en un pequeño y contaminante grupo electrógeno que los abastezca del vital fluido, como sí pueden las decenas de miles de vecinos “bien” que tienen generadores con motor de combustión interna de gasolina que emiten gases y que sí son contaminantes produciendo Monóxido de Carbono, Hidrocarburos, Oxidos de Nitrógeno y Plomo.

Pilar tiene una termoléctrica invisible compuesta por miles y miles de equipos electrógenos sin control, utilizando aceite y combustibles líquidos y sin catalizadores en el escape, distribuidos en industrias, comercios y viviendas. ¿No tienen impacto contaminante?

Claro como el agua

Uno de los argumentos contrarios a la instalación de las térmicas es el uso del agua.
Se han mencionado cifras de consumo de agua casi absurdas, cuando el consumo real asciende a unos 330 litros/hora por Mw generado. Sin embargo se ha dicho que una zona susceptible de inundaciones como Pilar se quedaría sin agua porque las térmicas secarían el acuífero Puelches. Resulta fácil decir cosas semejantes porque a nadie se le ocurre pensar en el tamaño del acuífero, que es mayor que la provincia de Buenos Aires.

La preocupación de los vecinos —que es legítima— debería enderezarse al control en el uso de las aguas por parte de los country clubs y de las más de 250 canchas de polo y golf que riegan con agua del mismo acuífero, además de encarar un serio control de las piletas con el uso de químicos, entre ellos el cloro. No podemos dejar de recordarle a los ambientalistas que la contaminación por nitratos y nitritos provenientes de las decenas de miles de cámaras sépticas, obsoletas, mal construidas y fracturadas que hay en el partido pueden ser la más feroz fuente de contaminación.

Impacto y daño

El acceso a la energía eléctrica es un derecho humano básico. No es posible vivir sin electricidad, sin poder conservar adecuadamente alimentos y medicamentos o ventilar habitaciones. Ni qué hablar de aquellos electrodependientes que utilizan concentradores de oxígeno.

La población demanda energía y su generación es de interés publico, declarado tal por el Estado, y si las térmicas no se pueden establecer en el lugar previsto —al lado del nodo de interconexión— deberán entonces sustituirse por lineas de alta tensión que pasarán por sobre los coquetos barrios privados. Y no será barato, porque el costo de una línea de alta tensión es altísimo.

Por eso es preciso recordar que toda actividad humana tiene impacto, pero no todo impacto causa un daño. Debemos tomar conciencia además que las fuentes renovables no son la panacea a los problemas energéticos.

La demanda eléctrica no puede ser abastecida exclusivamente por fuentes eólicas o solares porque son fuentes discontinuas. No podemos encender la heladera o utilizar la internet sólo cuando sopla el viento. Esperemos que prime la cordura.


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