Opinión

Rusia y sus empresas petroleras como instrumento de política exterior

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Cuando de actuar en el plano de la geopolítica se trata, la Federación Rusa recurre con alguna frecuencia a potenciar la presencia -y la actividad- de sus empresas petroleras “privadas”, como si se tratara de instrumentos concretos de su política exterior.

Escribe Emilio J. Cárdenas (*)

El caso más evidente pareciera ser el de “Rosneft”. Pero está también el de Lukoil, empresa que aparece ahora aparentemente involucrada en una posible adquisición por parte de terceros inversores de Oil Combustibles, una de las empresas argentinas que forman parte del “grupo” perteneciente al empresario kirchnerista, Cristóbal López.

“Rosneft”, de cuyo capital el Estado ruso tiene oficialmente la mitad, ha estado últimamente muy activa en el esfuerzo ruso por tratar de evitar lo que podría ser un inminente naufragio financiero venezolano. Lo ha hecho a través de préstamos y de compras de crudo al país caribeño, muchas de las cuales se hacen a la petrolera estatal venezolana, PDVSA.

Por ello para el poco idóneo Nicolás Maduro, Rusia aparece hoy como una suerte de salvavidas o como un último recurso para tratar de evitar un incumplimiento de las obligaciones financieras de Venezuela. Tan es así, que Maduro hasta ha viajado personalmente a Rusia para cuidar y maximizar el apoyo que recibe de ese país, incluyendo el de sus empresas petroleras “privadas”. Tiene mucho sentido, desde que el petróleo es la columna vertebral misma de la economía rusa, así como de la venezolana.

La reciente “purga” de la cúpula de PDVSA, al más alto nivel, que fuera detenida y acusada de corrupción, no pareciera ser demasiado oportuna y hasta podría dificultar el recurso a la petrolera estatal para, a través de ella, procurar evitar el colapso de la deuda pública venezolana.

Algo parecido sucede con la presencia de “Rosneft” en Cuba, Vietnam, Irak (incluyendo en la agitada región kurda, respecto de la cual Rusia, con duplicidad, lleva ya invertidos unos 400 millones de dólares a cambio de debatibles derechos de exploración y explotación que han sido conferidos por las autoridades locales), Irán, Egipto y en la propia China.

La empresa rusa parece estar siendo impulsada a actuar activamente en esos complicados mercados por razones que a veces lucen más políticas que económicas. Con ese perfil, hoy pulsea activamente por obtener más oportunidades en el exterior. Lo hace liderada por Igor I. Sechin, que fuera alguna vez un cercano vice-primer ministro de Putin. Un hombre claramente “de su riñón”.

Cabe asimismo apuntar que las sanciones norteamericanas y europeas generadas por la ilegal ocupación rusa de Crimea han afectado fuertemente a las empresas petroleras rusas, que no pueden hoy actuar libremente, participando en la formación de los habituales consorcios de exploración o explotación con las principales empresas occidentales del sector petrolero. Lo que los argentinos deberíamos ciertamente tomar siempre muy en cuenta.

Hasta ahora se estima que la ayuda financiera rusa que ha sido conferida a Venezuela y canalizada a través de las empresas petroleras rusas, sería del orden de los 10 billones de dólares. Lo que debe medirse en perspectiva, recordando siempre que la importante deuda externa total venezolana es del orden de los 150 billones de dólares.

Por su parte, las actuales reservas venezolanas -en moneda extranjera y oro- son del orden de unos 9 billones de dólares. Nada. Ello evidencia una triste ironía para el país que es nada menos que titular de las reservas de hidrocarburos más importantes del mundo y que ha sido devastado por la increíble e inconsciente responsabilidad que cabe a su incompetente administración, que pomposamente se autodenomina como “bolivariana”, pese a su notoria incapacidad.

A diferencia de China, que desde la muerte de Hugo Chávez parece haber dejado de participar activamente en el capítulo financiero venezolano, Rusia y “Rosneft” siguen, en cambio, actuando todavía muy cerca de la administración que encabeza Nicolás Maduro.

“Rosneft”, que ha prestado a CITGO -la empresa del estado venezolano dueña de importantes refinerías emplazadas en los Estados Unidos- 1,5 billones de dólares, tiene el 49,9% de las acciones de esa empresa en garantía del repago de dicho préstamo. Lo que no es un tema menor con relación a los EEUU y a su seguridad nacional. Hablamos, cabe advertir, nada más que del 4% de la capacidad de refinación del país del norte. Además, “CITGO” es titular de una extendida cadena de estaciones de servicio que trabajan en todo los EEUU.

Desde los medios norteamericanos se informa ahora que Rusia está tratando activamente de reemplazar la garantía de las aludidas acciones de CITGO por participaciones efectivas en áreas petroleras emplazadas en territorio venezolano, con las que “Rosneft” aumentaría sensiblemente su nivel de reservas.

A todo lo que debe agregarse que “Rosneft” hoy adquiere el 13% del crudo venezolano que es exportado, que la empresa rusa comercializa en todo el mundo. El deterioro de la infraestructura pública venezolana, que es consecuencia directa del desastroso modelo económico colectivista venezolano, no ayuda precisamente.

“Rosneft” está, además, procurando activamente obtener derechos de explotar yacimientos de hidrocarburos en Irán, que está ahora abriéndose cuidadosamente a la posible participación extranjera en ese sector, clave tanto para Irán, como para Rusia.

Queda visto, entonces, que las empresas petroleras privadas rusas están activas todo a lo largo y ancho del globo. Por ello, su presencia en la Argentina, donde ya han incursionado sin mayor entusiasmo las empresas chinas, aparentemente desencantadas con nuestro laberinto normativo laboral, que les impide trabajar como ellas están acostumbradas a hacerlo, no debe considerarse sorpresiva, en modo alguno. Son jugadores experimentados, pero con una complicada mochila, de características bien propias, que no debe perderse de vista.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.


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