Nuestro país es uno de los pocos productores globales de litio, principalmente en el NOA. Si bien es utilizado para mitigar el cambio climático, su extracción puede afectar a otros recursos naturales de la zona.
Por Víctor Delbuono* y María Victoria Arias Mahiques**
Los recursos son finitos y administrarlos es un desafío. Pasa en las mejores familias y en las peores economías. Hay recursos que se conocen como “bienes comunes”, porque existe un acceso rival pero no excluyente a ellos. Esto, que suena complicado, es más comprensible si lo acercamos a un ejemplo de nuestra vida cotidiana. Durante la pandemia hemos vivido en cada casa una pequeña batalla campal por el acceso a un bien común: el ancho de banda: “Chicos, corten Netflix que mamá tiene una reunión”; “apago la cámara que tengo mala señal”; “seguimos más tarde que tienen clase virtual los peques”. Las consecuencias de no cooperar resultan evidentes incluso en el fuero doméstico. John Nash se tomó muy en serio el problema e ideó una teoría —hoy célebre gracias a una película y a una de sus escenas más recordadas— sobre cómo la cooperación podía ser un principio constructivo del lazo social y económico: hablamos de la teoría de los juegos. Pero, ¿qué puede aportar esta teoría a la producción de litio en nuestras provincias del NOA, en las cuales hay abundantes recursos, pero también una incipiente competencia? Elinor Ostrom, quien tomó esta teoría para analizar situaciones de uso compartido de recursos naturales, puede darnos algunas pistas.
Demos un pasito atrás y recordemos por qué el litio es tan requerido en el presente. Uno de los vectores para mitigar el cambio climático es reducir las emisiones del transporte: allí aparecen los vehículos eléctricos que tienen como insumo crítico al mineral en las baterías ion litio. Se estima que la demanda del recurso se multiplicará entre 10 y 40 veces para alcanzar los objetivos climáticos hacia 2040. Si bien nuestro país es uno de los pocos productores globales desde hace ya casi un cuarto de siglo, el incremento de la demanda —y, por ende, del precio— ha generado en años recientes una revolución en la Puna que comparten las Provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. El avance hacia la etapa de construcción de una serie de proyectos genera una novedad: la convergencia de más de un productor que extrae salmuera de un mismo salar, afectando eventualmente el recurso de otros productores o, en el peor de los casos, los cuerpos de agua dulce cercanos al salar. Un inquietante conflicto de intereses en puerta.
Entonces, ¿cómo las ideas de Ostrom pueden ayudar a resolver este conflicto? Ella dedicó su vida a la investigación de los bienes comunes e intentó responder una pregunta clave: ¿cuál es la mejor manera de limitar el uso de recursos y asegurar, al mismo tiempo, su viabilidad económica en el largo plazo? Arrancó dos goles abajo, porque el paradigma de la tragedia de los comunes era la teoría dominante cuando publicó sus investigaciones: “Al perseguir sus intereses y maximizar el uso personal del recurso común, los individuos producen indefectiblemente el agotamiento del bien”. En su libro más emblemático, El gobierno de los bienes comunes (1990), Ostrom puso en tela de juicio esta noción, analizando casos de todo el planeta: desde el manejo comunitario de recursos pesqueros hasta la tenencia comunal de bosques o de sistemas de canales y riego. Formada en economía política, se topó con la teoría de juegos en 1988 y la encontró muy propicia para entender algunos de los problemas de coordinación que había comenzado a estudiar tres décadas antes. El análisis de la gobernanza económica y los “comunes” la llevaron a ser, en 2009, con 76 años, la primera mujer galardonada con el Premio Nobel de Economía.
El concepto de bienes comunes hace referencia a un recurso (renovable o no) para cuyo acceso existe rivalidad pero no exclusión, haciendo deseable alcanzar ciertas “reglas de convivencia” para el usufructo común. ¿Por qué el litio en salmueras puede entenderse como un bien común? Existen muy pocos recursos minerales aprovechados económicamente en la actualidad que se encuentren en movimiento. Cuando pensamos en un depósito mineral, imaginamos un recurso estático esperando ser hallado tras miles o millones de años de quietud: el litio en salmueras es una de las excepciones. Las salmueras son fluidos donde el litio se encuentra disuelto junto con decenas de otros elementos. Esta singularidad, la de producir a partir de un recurso dinámico donde los límites físicos no se encuentran claramente definidos, acarrea efectos en niveles sociales, ambientales y económicos.
Pero, el hecho de que tengan un proyecto en marcha, ¿significa que cada productor puede bombear salmuera enriquecida en litio sin restricción dentro de los límites de su concesión? No, rotundamente no. Cada uno debe obtener una autorización de cuota de bombeo de la autoridad provincial de acuerdo con la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) que se realice, menor a la recarga que posee la cuenca. En el caso del litio, es fundamental entender el concepto de impacto acumulativo como un efecto incremental o combinado sobre actividades preexistentes o colindantes. Ahora bien, evaluarlo de manera precisa requiere identificar los umbrales, que en muchos casos pueden desconocerse hasta que efectivamente se produce el impacto. El riesgo es el de una afectación o bien irreversible, o bien costosa en términos de recuperación. Para evitarla, es fundamental fortalecer la mitigación y el monitoreo: el ritmo de extracción no debe afectar el balance hídrico del salar y, además, el concesionario debe actualizar su EIA cada 2 años, ocasión para ajustar la cuota de verificarse afectación alguna.
Pozas de evaporación en Salar del Hombre Muerto - Proyecto Sal de Vida Allkem.
Esta es, claro, la descripción de una situación ideal, pero (siempre existe un pero)… ¿qué ocurre si tenemos un salar cuya extensión traspasa los límites de una provincia, con 2 autoridades de control y con tres productores? Bienvenidos al Salar del Hombre Muerto. Este salar se encuentra en los límites de Catamarca y Salta y es el que presenta las mejores condiciones geológicas para producir litio en nuestro país. Desde 1998, allí opera una empresa norteamericana (Livent), en una concesión catamarqueña que ocupa aproximadamente un tercio del salar. Una empresa surcoreana (Posco) y otra australiano-nipona (Allkem) construyen actualmente sus operaciones en sendos tercios restantes. Desde 1943 subyace también sobre el Salar un conflicto limítrofe irresuelto entre ambas provincias, mayormente sobre las pertenencias de Posco. La salmuera, como otros fluidos, no conoce de límites políticos. Adicionalmente, el accionar de Livent hasta el presente, ha distado de ser especialmente cooperativo. Un combo implosivo.
¿Se puede ser optimista respecto al Salar del Hombre Muerto y respecto a otros potenciales casos de “litio en pugna”? Ostrom nos presta, por lo menos, un buen horizonte de expectativa: tras años de analizar estas situaciones, halló que en la mayoría de los casos, los usuarios del bien común desarrollaron sofisticados mecanismos de toma de decisiones y reglas para manejar los conflictos de interés y obtener resultados satisfactorios. La cooperación público-privada es central, pero también la público-público (interprovincial y Provincia-Nación). La politóloga californiana no creía en soluciones unívocas de Estado o de Mercado, sino en la acción de las instituciones y el respeto de las reglas establecidas entre los actores involucrados.
La efectividad de estos acuerdos depende en gran medida de su organización multiescala. La creación de la Región del Litio es un buen paso en el camino de la cooperación, pero necesita dotarse de competencias y recursos financieros. La cooperación Sur-Sur también necesita intensificarse: esta experiencia ya se vivió al otro lado de la cordillera en el Salar de Atacama, donde 4 productores (2 de cobre y 2 de litio), que extraían agua y salmuera, están trabajando en un modelo de Gobernanza junto con la Superintendencia de Medio Ambiente chilena. También Jujuy, en la cuenca Cauchari-Olaroz, está dando los primeros pasos. Un aspecto clave será la disponibilización de los modelos hidrogeológicos (representación de las condiciones en el agua subterránea y sus relaciones con los cuerpos de agua superficial y los aportes atmosféricos como lluvias o nevadas, por ej.), llegando idealmente a un modelo en común entre los usuarios de cada cuenca, así como un sistema de alertas tempranas (y en tiempo real) para el monitoreo del balance hídrico. Sin embargo, no todo es información técnica: una condición de posibilidad de cualquier arreglo institucional es el entendimiento de las condiciones locales y el involucramiento comunitario, por lo que son clave las instancias de participación pública.
En definitiva, si alguien decide quebrar las reglas y pasar por alto los efectos sinérgicos, estará perjudicando, por un lado, su propio negocio y la fuente de trabajo e ingresos para los territorios donde opera; en otra escala, estará dañando el ambiente que aloja la actividad.
Su carácter colectivo nos demanda otro enfoque. Como bien nos enseñaron Nash y Ostrom, los resultados de no cooperar terminan en una pérdida mayor para el conjunto. Hagamos de la cooperación un emblema para el desarrollo virtuoso de este sector y una transición energética justa. La sustentabilidad es económica, social y ambiental, o no lo es.
(*) Investigador del Área de Recursos Naturales de Fundar.
(**) Investigadora del Área de Recursos Naturales de Fundar.
Esta nota fue ublicado el 24 de Agosto por Ambito Financiero