Opinión

La transición energética en la economía del siglo XXI

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En esta columna Agustín Torroba nos invita a reflexionar sobre la economía del presente siglo y los condicionamientos impuestos, fundamentalmente a partir de los acuerdos internacionales sobre el cambio climático. Desde ese nuevo paradigma en pocas puntadas Torroba hilvana las ventajas que tiene la Argentina en materia de biocomustibles que constituyen una oportuna plataforma hacia la transición energética que el país puede y debe aprovechar.

Escribe Agustín Torroba (*)

A partir de la revolución industrial y hasta recién entrado el siglo XXI, el paradigma de la economía empresaria estuvo marcado por el estudio de una función que buscaba la maximización de la ganancia de las firmas.

La economía del siglo XXI, cambia el paradigma anterior, y el problema de la maximización de la ganancia queda atado a una condición de borde: el compromiso de producir en sintonía con los acuerdos sobre el cambio climático. Este, junto a algunos factores más que no serán parte de esta nota, nos invitan a pensar en el concepto de desarrollo sustentable.

Este cambio de paradigma ha sido tomado por la ciencia económica en sus recientes investigaciones. Como prueba de ello, el 8 de octubre de 2018 le fue otorgado el premio Nobel de Economía a William Dawbney Nordhaus, junto a Paul Romer. En su justificación, la Real Academia Sueca de las Ciencias sostuvo que: “Nordhaus fue la primera persona en crear un modelo cuantitativo que describe esa interacción entre la economía y el clima. Su modelo ahora es ampliamente usado en el mundo entero y utilizado para examinar las consecuencias en la aplicación de políticas con relación al clima como por ejemplo los impuestos a la emisión de dióxido de carbono”

Recientemente el G20, y a pesar del abandono de los compromisos asumidos en la cumbre de París por parte de EEUU, expresó en su documento final su compromiso por el cambio climático y la importancia de la transición a energías más limpias.

En la transición a una matriz energética global más limpia, la Argentina cuenta con ventajas estratégicas para desarrollar sus recursos renovables en forma de energía eléctrica y como combustibles líquidos.

El mundo cambiará su paradigma de movilidad vehicular, dejando paulatinamente los combustibles fósiles para virar a autos eléctricos y celdas de hidrógeno. El cambio mencionado tendrá una transición prolongada en la cual se deberán utilizar combustibles con menores emisiones de gases de efecto invernadero para hacer frente a los compromisos asumidos a nivel global.

En este contexto, nuestro país utiliza su gasoil mezclado con un 10% de biodiesel y sus naftas con un 12% de bioetanol. El primero es elaborado a partir de aceite de soja, y el segundo con maíz y caña de azúcar. La reducción en las emisiones de CO2 de ambos biocombustibles en comparación con los fósiles es sustancial. Diversos estudios arrojan reducciones que se ubican entre un 60 y un 70%.

Tanto a nivel local, donde se abren interesantes perspectivas para ampliar la participación de los biocombustibles en la matriz de combustibles líquidos, como la posibilidad de exportar los mismos son una alternativa factible para nuestro país.

Es importante destacar, que contamos con un clúster de molienda de soja integrado verticalmente con plantas de biodiesel de alta escala y eficiencia, lo cual convierte a dicho sector en uno de los más competitivos a nivel mundial. Además, nuestro país es el primer exportador de aceite de soja, insumo principal utilizado en Argentina para la producción de dicho biocombustible.

El sector productor de bioetanol elaborado a partir de maíz, está realizando una serie de ampliaciones en sus plantas para aumentar su capacidad de producción con inversiones superiores a los 130 millones de dólares. Adicionalmente, hay nuevos proyectos y plantas en construcción con importantes inversiones. Las exportaciones de más de 20 millones de toneladas de maíz sin transformación son una oportunidad para el agregado de valor y la producción de biocombustibles, considerando que actualmente la producción de bioetanol insume 1,5 millones de toneladas.

Tras 9 años de promoción, el bioetanol de maíz se encuentra en sintonía con los más altos estándares internacionales, durante el 2017 ha realizado sus primeras exportaciones y su producto es vendido a precios en línea con el mercado brasilero, país que viene impulsando el uso del alcohol combustible desde hace más de 50 años. Esto último es una buena noticia para el país y el bolsillo de los consumidores.

Algunos ingenios azucareros también están realizando inversiones para alcanzar niveles de competitividad internacionales para el año 2021, fecha en que finalizarían los beneficios promocionales de la ley de biocombustibles.

En un mundo que pareciera tener un regreso al bilateralismo, la importancia estratégica de tener una agenda común para biocombustibles en el seno del MERCOSUR es vital. En ése sentido se destacan los avances en el Grupo AD HOC de Biocombustibles del Mercosur, y de manera bilateral con Brasil.

Hoy el bloque se constituye como el segundo productor de bioetanol a nivel mundial, y de lograr una reapertura en sus mercados de exportación podría ubicarse en los primeros casilleros de producción de biodiesel. Cabe mencionar también que los avances en los acuerdos globales en cuanto a biocombustibles de aviación y marítimos son cuestiones seguidas con mucho interés por el Bloque.

Sin lugar a dudas, la distribución regional de las industrias de biocombustibles que aseguran una disponibilidad de dichos productos en forma abundante y competitiva, son una oportunidad en la transición energética que nuestro país ya está aprovechando y se encuentra en una buena posición para ampliar.

(*) Director de Biocombustibles, Secretaría de Gobierno de Energía


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