Por Gerardo Rabinovich *
Este año que está terminando ha marcado un punto de inflexión muy importante en el sector energético internacional, con el consecuente impacto sobre la Argentina y las decisiones de políticas públicas que nuestro país debe adoptar.
La invasión de Rusia a Ucrania, y el inicio de una guerra cruel y devastadora entre estos países ha terminado de generar una nueva configuración geopolítica en las relaciones internacionales, que se estaba vislumbrando, y afectó particularmente al sector energético. Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados denunciaron la agresión unilateral de Rusia, y acudieron rápidamente en ayuda de Ucrania sosteniendo su resistencia con aporte de fondos, material y tecnología militar, tratando de equilibrar la balanza de una guerra desigual e injusta.
Sin embargo, esta posición de los países de la OCDE tiene fuertes consecuencias sobre Europa, que hasta entonces importaba el 25% del petróleo y el 40% del gas proveniente precisamente de Rusia, que sostenía su economía y confort. Este invierno que comienza en el Viejo Continente será distinto a los anteriores, y muchos países están adoptando medidas de previsión frente a una potencial penuria de energía.
Los principales países productores de petróleo han mantenido un estruendoso silencio sosteniendo la alianza OPEP+, liderada por Arabia Saudita y … Rusia, actitud similar a la adoptada por los principales países emergentes: China e India. Se van delineando nuevas condiciones a las que prevalecieron luego de la caída de la Unión Soviética, y el liderazgo que ejercía Estados Unidos se ve fuertemente contestado.
El impacto sobre el sector energético ha sido muy fuerte, y los precios del petróleo y sobre todo del gas natural se dispararon a valores pocas veces vistos en el pasado. A mediados de año el precio del barril de petróleo Brent alcanzó casi US$ 140, mientras que el gas natural en Europa y Oriente se disparo por encima de los 70 US$/Mbtu, impactando en el primer caso sobre los precios del mercado eléctrico europeo y en última instancia sobre el bolsillo de los consumidores. El Reino Unido tendrá este ano una inflación de dos dígitos (proyectan el 10,6%) valor que no se veía desde principios de la década de 1980.
Es cierto que hacia fines de año el precio internacional del petróleo Brent se ubica por debajo de los 80 US$/barril, y el gas natural ronda los 30/40 US$/Mbtu en el mercado Spot, en niveles muy superiores a los que registró en las dos primeras décadas de este siglo. La energía fósil se ha vuelto un bien escaso y caro.
A esta situación geopolítica hay que sumarle la amenaza que representa el calentamiento global, producto de las emisiones de CO2 como consecuencia principalmente de la quema de combustibles fósiles y del modo de vida de nuestra sociedad. Los países son conscientes que un aumento de la temperatura media global por encima de 1,5 º C hacia fines de este siglo, sobre la temperatura media global a fines del siglo XVIII (Revolución Industrial), produciría daños irreversibles sobre muchos sistemas biológicos, y que la trayectoria actual que lleva a un incremento de 3,5 º C, seria catastrófica para la vida humana como hoy la conocemos en nuestro planeta.
Lo que hasta hace unos años atrás estaba contenido en un pequeño grupo de científicos e ingenieros, hoy forma parte del lenguaje cotidiano de la sociedad: la transición energética es tratada en forma abundante en los medios masivos de comunicación, las rede sociales y las organizaciones civiles. Los eventos climáticos extremos se han multiplicado. Hay un fuerte consenso en que este proceso de transición esta en marcha y es irreversible, con una fuerte discusión sobre cuales son los tiempos de esta transición, producto de las enormes desigualdades entre países y al interior de ellos. ¿En qué consiste la transición energética? En dejar de quemar combustibles fósiles. Algunos dicen que hay que alcanzar el equilibrio de emisiones netas cero en 2050 (Estados Unidos, Unión Europea, OCDE, y entre ellos Argentina), otros en 2060 (China) o 2070 (India), pero no hay duda que se debe alcanzar ese objetivo.
Las herramientas están disponibles: energías renovables no convencionales (eólica, solar) para generación de electricidad, electrificación de todos los consumos posibles, eficiencia energética, nuevos vectores como el hidrogeno, los biocombustibles, la biomasa. Desarrollos tecnológicos como la electromovilidad, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la generación distribuida, la acumulación mediante baterías, etc. Algunas de estas herramientas ya están en paridad de mercado, o incluso tienen una gran productividad como la eficiencia energética, a otras les falta, pero la dirección es clara.
¿Y dónde está la Argentina en este mar embravecido? surfeando las olas en un barquito de papel, sin rumbo y sin timón
Los graves problemas económicos de cortísimo plazo que sufrimos relegaron a un segundo plano esta realidad energética, mirando el árbol y no el bosque que hay detrás. Pero la energía condiciona fuertemente a la economía: por un lado, la balanza del comercio internacional de energía es fuertemente negativa con un déficit estimado en el orden de los 5 mil millones de US$ para este año (Informe de Tendencias del Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi”, diciembre 2022); por el otro los subsidios energéticos según la misma fuente llegarán este año a los 13.500 millones de US$ es decir 2,4% del PIB. Este impacto del sector energético sobre la economía no es sostenible.
El dato positivo es que la industria del petróleo y del gas natural han reaccionado a las nuevas condiciones del mercado y en una hazaña tecnológica de nuestros profesionales han sacado de las profundidades de Vaca Muerta un 53% más de petróleo y un 8,5% mas gas que en 2021. Con esto mas que compensan la caída de la producción convencional, pero todavía estamos lejos de los niveles de producción de petróleo y gas natural de fines del siglo pasado. Tampoco se reflejan aun en las reservas del país.
La incorporación de energías renovables al sistema eléctrico nacional se ha frenado, y muy difícilmente alcancemos el objetivo de la ley 27.191 que establecía que el 20% de la electricidad consumida debía provenir de estas fuentes en 2025, nos quedan dos años o tres, este año la participación estuvo en el 13,2% en el promedio anual y no hay a la vista nuevos proyectos en construcción que permitan ser optimistas, a lo que hay que agregar una completa desorientación en como expandir el sistema de transmisión que permita transportar esa electricidad a los centros de consumo..
En este sentido, el Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi” plantea profundas transformaciones institucionales en el documento de propuestas energéticas a llevar adelante en el periodo 2023-2027 y a posteriori, publicado en agosto de este año, entre los que se destacan: a) en el corto plazo la coordinación entre política energética y económica para abordar los problemas urgentes de la coyuntura, tarifaria y social; b) la elaboración de un Plan Energético Nacional por parte del Estado Nacional y aprobado por el Congreso de la Nación, para fortalecer y dar una dirección a las políticas publicas de largo plazo; c) reevaluar los proyectos de inversión publica en el sector energético que no hayan cumplido con las exigencias de la ley de inversión pública vigente, Nº 24.354, es decir es mandatorio la factibilidad completa de estos proyectos; d) reorientar los subsidios energéticos: un instrumento mal utilizado que nuevamente actúa como un factor distorsionante de la economía nacional, perjudicando además al desarrollo sostenible del sector energético, hacia una herramienta enfocada en los sectores sociales que realmente los necesitan; e) establecer mecanismos de formación de precios racionales para el petróleo y sus derivados, alineados con los precios internacionales en condiciones FOB de exportación desde puertos argentinos, para el gas natural ídem anterior mediante mecanismos de subastas; f) reorganizar completamente el sector eléctrico, comenzando con las funciones que actualmente cumple CAMMESA, devolver a esta empresa su misión original que es la Organismo Encargado del Despacho (OED), a cargo de las transacciones comerciales del sistema; g) terminar con la intervención de los entes reguladores, unificar ambos organismos ENRE y ENARGAS en un único Ente Regulador Nacional de Servicios Públicos, eligiendo a sus autoridades por concurso público y oposición de antecedentes; h) implementar y financiar una política agresiva de eficiencia energética.
Esta larga lista de propuestas también forma parte de los elementos y documentos que las distintas Fundaciones de Juntos por el Cambio están discutiendo actualmente, para incorporar en los planes futuros de gobierno, si llegara el caso.
En síntesis, para el próximo año, en un mundo en ebullición y un país inmerso en su grave crisis económica, no permite soluciones simples y va a requerir un trabajo coordinado, arduo y complejo para poner al país a la altura de nuestras ambiciones. La herencia que deja la actual administración es muy pesada, en tres años han pasado tres secretarios de Energía, decenas de funcionarios, todos con ideas muy distintas, sin un mandato claro y con muy pobres resultados.
* Vicepresidente 2° Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi”