El izquierdista ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en su momento adquirió toda suerte de pertrechos bélicos a Rusia. Eran tiempos en los que, con un precio internacional del crudo Venezuela derrochaba dinero. A troche y moche. A montones, más bien.
Vladimir Putin y Nicolás Maduro, tras la repentina muerte de Hugo Chávez, mantuvieron la intimidad política y económica que ya existía entre los dos países. Muy particularmente en materia energética. Y Rusia comenzó a expresar su abierto y constante endoso político al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. En todas partes. Como para que nadie se confunda.
Especialmente a través de Igor Sechin, el presidente de la enorme petrolera estatal rusa: Rosfnet, que alguna vez -como en su juventud el propio Vladimir Putin- fuera un hombre del plantel de la misteriosa “KGB”. Otras petroleras rusas, como Lukoil, en cambio, se han alejado ya sustancialmente del negocio venezolano.
Rusia asumió así, ante el escenario grande del mundo, el papel que corresponde a una nación que se sabe potencia mundial. El de influenciar y pesar. Y construyó en Venezuela, a manera de símbolo de su apoyo, una moderna fábrica dedicada a la producción de armas, en la que Venezuela invirtió unos 1.500 millones de dólares. Nada cambió demasiado luego, cuando la figura del joven y activo Juan Guaidó, el actual líder de la oposición, se instaló en el centro mismo del escenario político venezolano. Frente mismo y desafiante, a Nicolás Maduro.
Tras la muerte de Hugo Chávez, Rusia no le soltó nunca la mano a Nicolás Maduro y continuó firme a su lado, apoyándolo sin disimulo. Lo que equivale a repudiar a Juan Guaidó, de frente y actuando en pleno hemisferio occidental.
Esto se mantiene, pese a que esa actitud, de una lealtad total hacia Nicolás Maduro, seguramente no agradó ni agrada a Guaidó.
Pero nadie, al menos del lado de Guaidó, se rasgó las vestiduras invocando el principio de “no intervención” contra Rusia. Y lo cierto es que Guaidó, prudente y generoso a la vez, se ha comprometido públicamente a respetar todo lo ya convenido por Venezuela respecto de Rusia. Como para despejar temores infundados.
Venezuela, se estima, hoy le debe unos 3,1 billones de dólares a Rusia. Por sus compras de armamentos, sustancialmente. Y mantiene sus importantes contratos de mantenimiento militares respecto del armamento de que dispone, de origen ruso.
En materia de política exterior, en clara contrapartida, Venezuela es hoy un país que, sin tapujos de ninguna suerte, apoya a Rusia en todas sus aventuras recientes. Hasta en las más cuestionables. En Crimea y Sebastopol, por cierto. También en Siria. Y se pronuncia reconociendo la soberanía rusa respecto de Osetia del Sur y de Abkhazia.
Y hoy es uno de sus más importantes compradores de hidrocarburos. A cambio, está recibiendo el apoyo verbal ruso respecto de posibles conflictos militares con los EEUU.
Lo que no es poco. Y algunas otras demostraciones materiales de apoyo, como la sorpresiva y repentina llegada de enormes bombarderos rusos a Venezuela, que se fotografían intensamente, como para que nadie se equivoque acerca de cuál es la razón de su sorprendente presencia en nuestro propio hemisferio. Rusia está jugando muy fuerte en materia geopolítica en nuestra región, en Venezuela ciertamente.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.