Scheimberg pone sobre el tapete la cuestión de la planificación de largo plazo en materia de infraestructura y energía. Cita a Alberto Montebello quien dos años atrás en estas mismas páginas, planteaba la conveniencia de llevar adelante la contratación de cargamentos de GNL desde Qatar con anticipación. En aquel momento (GNL a 3 US$/MMBTU) Montebello se preguntaba: ¿No sería acaso este momento el oportuno para finalmente establecer un contrato a 5 a 10 años por dicho valor? Justo es preguntarse hoy: ¿fue premonitorio o se trató de lógica pura? En vista de los acontecimientos internacionales Scheimberg también plantea propuestas.
En la vida cotidiana la gente que no gusta tomar riesgo contrata seguros. La decisión se toma en función de un estimador denominado Valor Esperado, que pondera la probabilidad de ocurrencia de los distintos escenarios y los costos y beneficios que cada uno de ellos conlleva. Si al individuo no le pasa nada (un escenario posible) y no contrató el seguro, va a salir ganando; pero si tuvo un accidente no recupera nada, entonces habrá perdido demasiado. Otro tipo de seguro es un contrato que elimine situaciones extremas.
En este sentido, la volatilidad es un atributo negativo para activos que están expuestos a las condiciones cambiantes del mercado. Y es por eso que se realizan contratos contra eventos inesperados, del mismo modo que la gente de a pie contrata un seguro. Un contrato de futuro, que puede ser formulado entre partes, o bien disponible en el mercado en forma estándar, constituye una suerte de seguro contra los shocks de precios, tanto en pandemia como en guerra.
Existen empresas que valoran la certeza de un precio futuro y otras que no, como los individuos en relación al riesgo. Las primeras contratan con precios fijos y las últimas se someten a la volatilidad del mercado. Igualmente hay países que están en una situación de comprador o vendedor neto de un commodity y eligen asegurar su precio futuro mediante contratos de largo plazo.
La volatilidad en los precios de algunos productos de gran impacto económico, como lo es la energía, puede ser más dañina en contextos inflacionarios que en otros de estabilidad. Asimismo, limitar la incertidumbre por el lado de los gastos es deseable cuando los ingresos son relativamente estables, sobre todo si es el Presupuesto Nacional quien financia parte de la factura energética de hogares e industrias.
En estos términos podemos pensar que la estrategia conveniente para un país que, a la vez que produce importa un porcentaje significativo de la energía que consume, es contar con elementos que ayuden a decidir bajo qué condiciones es conveniente contratar con precios fijos y a largo plazo en forma anticipada (o asegurarse de la volatilidad del mercado spot).
El Plan Energético como herramienta de decisión
Una buena planificación energética es sin duda un elemento que permite definir las condiciones de borde para aprovechar escenarios de precios internacionales.
Sobre todo, si contamos con un marco de referencia de precios domésticos que indican los costos locales de producir los commodities energéticos que complementarán nuestra canasta de consumo de energía. Y en este caso en
particular, donde la volatilidad ha sido extrema, se podrían aprovechar coyunturas de precios bajos (en el caso de una posición corta o importadora) para garantizar un suministro eficiente o bien de precios altos para incentivar y acelerar la oferta con fines exportables, si existe elasticidad de oferta a largo plazo.
De un modo notablemente premonitorio, Alberto Montebello presentó dos años atrás una recomendación que le hubiera ahorrado al país recursos por miles de millones de dólares, de haberse tenido en cuenta. Allí señalaba que con precios del GNL mundiales inferiores a los 3 US$/MMBTU en el promedio del año 2020, la estrategia de contratar cargamentos de GNL desde Qatar con anticipación, constituía una estrategia dominante, y abogaba a hacerlo ( https://www.energiaynegocios.com.ar/2020/09/el-estado-del-gas-otra-mirada/).
Con ese mismo abordaje conceptual, y al día de hoy, conociendo el costo económico de producción del gas natural y su conversión en GNL exportable, Argentina podría tomar una decisión estratégica, en caso de poder realizar una venta a futuro a los precios del mercado actual; si éstos precios son superiores a los que un modelo de Planificación robusto arroja para la producción doméstica a mediano plazo.
El cálculo de almacenero y la falla del mercado
Cuando observamos la coyuntura actual, entendemos claramente el significado del término volatilidad, particularmente en el mercado de GNL, donde el precio spot cuadruplica el precio promedio del año 2021, superando actualmente los 30 US$/MMBTU, cuando dicho valor tocó un mínimo de 3,15 US$/MMBTU en el promedio del año 2019. Claramente dicha volatilidad está vinculada con el conflicto bélico actual y el escenario de pandemia del 2019, respectivamente.
Con costos de producción local de toda la cadena del gas, desde la boca del pozo hasta su salida en barcos metaneros y transportados a puertos europeos, que llegarían a un precio del orden de los 12 US$/MMBTU en destino, la opción desde Europa de establecer un contrato de largo plazo con Argentina es más que evidente.
Como parte de ese valor está vinculado al costo de licuefacción, una estrategia
dominante pasaría por un buen acuerdo comercial con los países de la Unión Europea que podrían financiar el proyecto de la planta de licuefacción más un gasoducto adicional para asegurar un cargamento del orden de los 16 millones de m3/d, que podrían tratarse en la planta proyectada de General Cerri.
Inclusive módulos adicionales podrían negociarse con un contrato de largo plazo, potenciando la producción doméstica a valores que, en el marco de las sanciones a Rusia y de la transición energética en que se ha embarcado Europa, resultan atractivos a corto y mediano plazo. Lo que asombra es que, en este contexto, el país esté entrando en una profunda crisis de suministro.
No hace falta señalar todo el beneficio que tendría este acuerdo para la Argentina, que incluso estabilizaría su producción local a partir del excedente que lograría exportar en el invierno boreal, y la complementariedad de este proyecto con los de los gasoductos en marcha para el suministro local. Claro que para que estos proyectos se concreten la inversión extranjera debería poder realizarse con costos de capital europeo y eliminar la percepción, desde el punto de vista del inversor, de riesgo expropiatorio, lo que se condice con un país que honra sus compromisos.
De allí la significancia que ha tenido el reciente acuerdo con el FMI, tanto como el cumplimiento de las metas acordadas a corto plazo.
Finalmente, una sumatoria de motivos nos vuelve a enfrentar con otra crisis de suministro, entre ellos la falta de coherencia a largo plazo en el marco de un Planeamiento estratégico. Dicho plan deberá proponer caminos a seguir ante distintos escenarios. En el caso de los combustibles líquidos existe un acuerdo implícito que hace que las grandes fluctuaciones internacionales no sean acompañadas en el mercado local, pero lo ideal, como en el caso de los seguros, es hacerlo explícito. También para ello se requiere ganar reputación institucional, porque este tipo de reglas se manejan con fondos anti cíclicos que pueden someterse a un manejo discrecional muy rápidamente.
Todo un desafío en un mundo que se ha vuelto extremadamente volátil.
*Profesor de Economía de la
UNLaM y UBA