Opinión

Los desafíos del día después de mañana

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Gobierno y oposición se unieron para respaldar las medidas de emergencia promovidas por el presidente para enfrentar la pandemia del coronavirus. La cuarentena y los consejos preventivos para evitar una propagación del virus que haga colapsar el sistema sanitario han generado conductas cooperativas en la mayor parte de la sociedad a partir de los acuerdos básicos entre los distintos niveles de gobierno y entre las distintas fuerzas políticas.

Por Daniel Montamat

Los días pasan y va a ser clave sostener el diálogo y la acción coordinada para seguir manteniendo la adhesión colectiva frente al enemigo invisible: el Covid- 19.

La prioridad de la salud frente a un potador de enfermedad y muerte está fuera de dudas. Lo que empieza a preocupar en el mundo es la secuencia entre la articulación de las medidas sanitarias y el colapso económico que se está produciendo con secuelas de desempleo y posibles quiebras masivas. También aquí, por el peso relativo de nuestra economía y por los problemas que arrastra, vamos a ser dependientes de decisiones que se tomen en Estados Unidos, China y la Unión Europea. En lo regional, la referencia seguirá siendo Brasil, también por su peso relativo. Ahora bien, si en el mundo empieza a plantearse la compatibilización de políticas sanitarias y económicas, cuidado con reproducir en nuestro entorno, a contrapelo de la experiencia comparada, nuestras históricas disyuntivas: el desafío es salud “y” economía, no salud “o” economía.

La Argentina dicotómica no es un invento K; pero el maniqueísmo amigo/enemigo como forma de construcción política exacerba este rasgo idiosincrático que surca toda nuestra historia. Morenistas o saavedristas, unitarios o federales, conservadores o liberales, conservadores o radicales, peronistas o antiperonistas, patria socialista o patria peronista. Las “o” disyuntivas también dominan la historia de nuestra organización económica.

En el siglo XIX fue “librecambio o proteccionismo”; en el XX “agro o industria”, y en el presente siglo la inercia nos ha retrotraído a la disyuntiva entre aislacionismo o integración, casi un arcaísmo en el mundo de las cadenas globales de valor. Además, agregamos nuevas disyuntivas como “desarrollo o medio ambiente” con sus derivaciones en la industria minera y en la industria petrolera. Por eso, por nuestra tradición binaria de ir por los planteos disyuntivos, la articulación de consensos generada por la necesidad de combatir el virus ofrece a la política la oportunidad de seguir construyendo consensos básicos para el “día después de mañana” cuando habrá que reactivar la economía en lo inmediato y fijar el rumbo del desarrollo económico y social que nos debemos.

¿Por qué no empezar con una propuesta consensuada con las quitas y esperas que la nueva realidad impone para abordar la renegociación de la deuda y despejar la asfixia financiera? Esta es una condición necesaria para acordar presupuestos plurianuales con metas de superávit primario que anuncien a propios y a extraños nuestra vocación soberana de ir a la búsqueda de superávit gemelos, con un cambio estructural del modelo productivo.

De la sustitución de importaciones a una estrategia de valor agregado exportable. Volveremos a tener estabilidad macro y a recuperar la moneda.

Si somos capaces de articular consensos básicos en lo estructural y recuperar la estabilidad macroeconómica, las respuestas microeconómicas vendrán por añadidura y serán consistentes.

Si prima la lógica de las “o” disyuntivas, la salida será la del “sálvese quien pueda”. La puja distributiva va a agravar las tensiones regionales y sectoriales. Todos los días se sumarán propuestas nuevas de salvataje y subsidios con creciente impacto en las cuentas públicas.

Estamos frente a un shock en la oferta agregada y en la demanda agregada de escala mundial. Para peor, con expectativas pesimistas que retroalimentan una sensación de depresión colectiva. La “guerra contra el enemigo invisible” mueve menos actividad que la guerra contra enemigos visibles.

Salvo algunos sectores asociados a la industria farmacéutica y de equipos médicos, todos los otros pierden. En la coyuntura se suman las medidas paliativas apuntando a los sectores más vulnerables, por carecer de ingresos o depender de actividades propias. Habrá medidas de emergencia y medidas de transición, por eso es importante fijar las prioridades teniendo en cuenta objetivos que traduzcan consensos básicos y las oportunidades que nos ofrece el reacomodamiento del orden mundial.

Con sensación de fin de mundo, ¿cuánto puede valer una propiedad, o cotizar un título mobiliario?

El mundo demandaba unos 100 millones de barriles día de petróleo antes de la pandemia, ¿cuántos puede consumir en la paz de los cementerios? La enfermedad, con mayores o menores impactos en la vida, en la salud y en la actividad económica va a pasar.

El nivel de actividad económica con trayectoria de “V” o de “U”, se va a recuperar en el mundo. Los que le dieron el certificado de defunción a Vaca Muerta y a otros desarrollos productivos se van a equivocar. Pero no olvidemos que las inversiones productivas que pueden cambiar nuestro destino dependen mucho más de las reglas y señales de largo plazo que de regímenes de excepción sujetos a la discrecionalidad cortoplacista.

Para el inversor de largo plazo en industrias capital intensivas importan mucho más las decisiones sobre el régimen de retenciones a las exportaciones que afectan las señales de precios, que la vigencia de un precio sostén de coyuntura para paliar la caída de la actividad presente. Tampoco hay que olvidar que en la Argentina hubo “barril criollo” subsidiado por los consumidores porque muchos años hubo “barril criollo” subsidiado por los productores, incluso en el interregno posterior a la definición política de las PASO.

El “barril criollo” disociado de las referencias internacionales tiene vida corta y así hay que asumirlo. Hay otros mecanismos de estabilización de precios para lidiar con la volatilidad de las cotizaciones incluidos los fondos contracíclicos y los soberanos, que en materia de combustibles pueden incorporar como mecanismo amortiguador el componente impositivo. Lástima que siempre nos acordamos de esto en las malas, con vacas flacas, cuando todos quieren sacar y nadie pone.

Un precio de referencia con un mecanismo compensador puede ser un sustituto imperfecto en la coyuntura, pero no olvidar que las referencias internacionales siguen dominando las decisiones de inversión. En el nuevo contexto, la curva de aprendizaje y la política pública deberán concentrarse más que antes en hacer nuestros costos competitivos. Si no hay renta para apropiar y distribuir (la renta es precio menos costos) los recursos no se explotan.

El desarrollo de nuestro potencial energético sigue siendo estratégico en una Argentina que privilegie el valor agregado exportable a los mercados mundiales a partir de una plataforma regional.

Hace sólo unas semanas atrás la Argentina profundizaba las grietas entre oficialismo y oposición, y el Frente de Todos dividía aguas entre la expresidenta, el actual presidente, y el resto. A las dudas sobre quién ejercía el poder real, se sumaban medidas reivindicativas del pasado K. Así deambulaba la política argentina, con una economía en estanflación, con la deuda pendiente de negociación, y con viento de frente soplando de la región y del mundo.

La pandemia mundial agravó todos los indicadores de salud económica, por eso el riesgo país pasó de los 2000 a los 4000 puntos básicos, pero también cambió los ejes del debate y de la confrontación política.

Las “o” disyuntivas anidan en las raíces de nuestra decadencia y toca a la política transformarlas en “y” conjuntivas a partir de acuerdos básicos que están pendientes. Ayer nomás esto parecía una quimera. Hoy, este agente infeccioso que empezó a contagiar a los chinos y se expandió por todo el planeta, además de ser portador de enfermedad y muerte, por su origen también nos recuerda que “crisis o peligro es oportunidad”


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