ECONOMÍA & POLÍTICA

“La decisión política de 1922 está en la raíz de la sustitución de importaciones”

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Aníbal Mellano, Director del IGPUBA habla sobre las oportunidades de la Argentina en materia tecnólogica.

Para Mellano, la buena calidad local sumada a los casi 100 años de desarrollo industrial asociado a la explotación de hidrocarburos, la capacidad para customización de productos y las constantes restricciones externas, han sido las principales impulsoras de la sustitución de importaciones en nuestro país

¿Vale la pena desarrollar las tecnologías argentinas?

El saber es Poder. A la larga, en el comercio externo, gana el que tiene poder. Lo que Prebisch escribió: la tendencia al deterioro de los términos de intercambio para Argentina en la mendida que solo exporta bienes primarios.

Pongamos sobre la mesa el término tecnología. Dado que mucho se habla de ciencia argentina pero poco de tecnología, aunque el sustantivo lo comparten el MINCYT y el INTI, entre otros.

Tecnología es el conjunto racionalmente ordenado de conocimientos, técnicas y especificaciones de los medios que permiten la producción de bienes y servicios. El valor del conocimiento tecnológico en un sitio y tiempo determinados está dado por la posibilidad de resolver un problema concreto a una demanda específica en ese mismo lugar y momento. Dicho de otro modo, tiene valor tecnológico fabricar la rueda aquí y ahora si la necesidad lo requiere y no existe la oferta posible que llegue a satisfacerla en tiempo y forma.

No acordar esto nos ha llevado a que se torne confuso en Argentina hablar de tecnología y de innovación. Opino que debemos valorar a todas las tecnologías, no sólo las llamadas de punta, las que rondan la ciencia aplicada o las que casi nos recuerdan a los films de ciencia ficción. Porque tecnología es saber qué es, cómo funciona y saber reproducirlo, mejorar, innovar, inventar. 

Vale para un satélite como para un simple bulón preparado de una aleación especial, que resista la vibración y el esfuerzo del cohete que lo impulsa. 

La tecnología, por lo tanto, tiene bordes que se funden con las ciencias aplicadas, con las técnicas milenarias y con las experiencias recientes. Como sea, su presencia es nítida en el mundo del poder y del comercio. El costo de la materia prima en un producto tecnológico es menor cuanto más conocimiento encierra su diseño y producción. 

La idea de sustitución de importaciones —y de la industrialización— tiene detractores en la Argentina. La financiarización de la economía impuso nuevamente la idea de que la Argentina debía ser un país de servicios, abandonando definitivamente la idea de sustituir importaciones ¿Qué perspectivas tiene usted en la materia?

El exceso de verborragia macroeconómica y financiera, no deja mucho espacio para entender la vida cotidiana de una nación, menos aún de una región o un sector productivo.

La macro dice que crecemos. Las finanzas marcan el déficit o superávit de una balanza de pagos. O la tasa de interés que los prestamistas externos aspiran a ganar prestando al Estado.

¿Cuál de todos estos datos muestran el desarrollo? Crecimiento no es desarrollo. Se puede crecer por una simple variación relativa de precios entre insumos y ventas. Vale para una empresa cuando un banco la evalúa y vale con un país cuando los llamados mercados lo valúan.

El desarrollo es otra cosa. El desarrollo se puede planificar desde adentro. El crecimiento es más dependiente del contexto externo. El desarrollo se evalúa con más variables. Alemania o Japón en la posguerra planificaron un desarrollo con líneas de producción industrial, en la infraestructura, en la calidad de vida (educación, salud, vivienda), en la promoción de estudios universitarios y en la investigación. 

Si no fuera por la planificación del desarrollo industrial, Japón no existiría como potencia. Dicho de otro modo, un país sin materias primas, devastado por la guerra, no debería haber crecido. Pero sí podemos explicar su desarrollo.

Por lo tanto, los que amamos la tecnología y la ingeniería, sentimos música en nuestros oídos cuando se habla de industrialización y es cierto que venimos escuchando hablar de industrializar para sustituir de importaciones. Pero nos debatimos entre la creencia y la duda. ¿Cómo imaginamos terminar con la pobreza sin industria? ¿Cómo pensamos en ser soberanos sin tecnología?

Es por eso que vale la pena que recuperemos los debates acerca de las vías y los objetivos de industrialización. Desde las industrias de ocupación de mano de obra intensiva hasta las industrias más tecnológicas en las que poseemos bases históricas o nuevas para sustituir importaciones.

En el sector de los hidrocarburos nos encontramos con ambas. Pero prefiero mencionar a la que menos prensa y atención tiene por parte de los gobiernos. La industria pyme con tecnología propia.

La desindustrialización –o mejor digamos retrocesos industriales sectoriales o parciales– permite compararnos con nosotros mismos y con otros en el mundo. Se trata, por un lado, de pérdida de ocupación laboral con elevada capacitación. Pero aún más grave, para un futuro, es la destrucción del potencial de desarrollo del conocimiento tecnológico. Está claro que no es lo mismo diseñar que fabricar, fabricar que ensamblar, ensamblar que revender.

Por eso industrialización asociada a la explotación de hidrocarburos tiene un modelo que “se copia” desde Mosconi para acá. Es el caso de Canadá y de Noruega, sólo por mencionar a los más recientes y conocidos. ¿Porqué no pensar en copiarnos a nosotros mismos aplicando la actualización necesaria?

Este es un tema muy importante e interesante, aunque aún no es un debate debidamente instalado, así se construyó la industrialización argentina a partir de Huergo, de Mosconi, de Savio y de tantos otros visionarios

¿Cómo se interpreta hoy la idea de industrializar y sustituir importaciones?

Las últimas cuatro décadas han dejado knock-out cualquier idea acerca fabricar todo dentro de un país. El explosivo crecimiento de nuevas tecnologías (e.g. nuevos materiales y electrónica) ha llevado a tal diversidad que resulta imposible de abarcar. 

Pari passu, las tecnologías de fabricación empujan el vector de las llamadas economías de escala a dimensiones nunca vistas (un par de fábricas de pilas producen casi todas las marcas mundiales, conocidas y desconocidas también). 

Robots que hacen máquinas que hacen robots que hacen máquinas, inundan de productos a precios inimaginables hace dos décadas.

Por eso comparto la idea de desarrollo industrial para un país sin probreza y con soberanía inteligente.

Industrializar para ocupar a las personas e industrializar para desarrollar más y mejor tecnología propia. Resulta fácil decirlo, pero lo más complejo es elegir las ramas industriales propias para cada de una de esas tareas. Empecemos por el mundo petrolero argentino.

 Ahí tenemos empresas de ocupación de mano de obra y también otras con menos mano de obra, más calificadas y, especialmente, con desarrollo tecnológico propio. Estas últimas industrias no sólo sustituyen la importación de productos elaborados, también reducen el pago de royalties y permiten planificar desarrollo. En este segmento contamos con no menos de 400 pymes ya instaladas para el sector de los hidrocarburos. 

Representan ventas por unos dos millones de dólares anuales. ¿Parece poco? Dado que estamos hablando de una industria intermedia que compra componentes o materia prima a otros dentro del territorio, que luego vende a otros que integran etapas posteriores hasta llegar, por ejemplo, al surtidor de la estación de servicios. ¿No deberíamos multiplicar aquel valor por 2 o 3? ¿Parece poco 1% del PBI o alrededor del 5% del PBI Industrial? Más aún, estamos en el club de los 30 PBI más altos del mundo y dentro de ellos, 26 tienen políticas industriales y tecnológicas vinculadas a energías. ¿Porqué dejamos de ser uno de esos?

¿Es posible tener una estrategia para ese desarrollo industrial?

Sí, aunque sepamos que es difícil de hacer que todos los actores se comprometan y coordinen debidamente. Por eso es una cuestión política. Política de Estado. No podemos esperar, luego de las sucesivas devastaciones sufridas desde 1976, que sólo desde una suerte de asamblea de industriales, trabajadores de esas industrias, universidades e investigadores, se llegue a diseñar una estrategia. Debemos partir de acuerdos muy básicos y aceptar, incluso, que el desarrollo implica a veces decrecimiento. 

Por ejemplo, y para tomar un ejemplo querido por la mayoría, debemos decrecer en el consumo de energía por habitante. Pero que implique racionalidad: mayor acceso a los más postergados, o sea la población más pobre; mayor eficiencia en la industria y en la generación; etc.

Debemos elegir las ramas a cultivar y potenciar, sabiendo que podemos estar cometiendo un error, con cuidado y vigilando periódicamente (6 meses a 1 año) la evolución. Vuelvo a lo que dije antes, nuestro sector pyme industrial y tecnológico petrolero está aquí y ahora. 

Con más de 400 empresas que conforman una red que cubre desde la metalmecánica como la más diversificada, hasta los químicos aplicados al tratamiento, las geociencias, el diseño y fabricación de bienes de capital para el proceso y/o transporte, electrónica fina, informática, etc.

¿Qué pasaría si tuviésemos una estrategia que piense a este sector como parte de las políticas energética y de investigación? Una mesa a la que se sienten como pares las pymes, las universidades y centros de investigación, las operadoras y las provincias, bajo la conducción del Estado nacional.

¿Qué es posible sustituir electrodomésticos o electromedicina?

En ambos casos deberemos realizar estudios de mercados internos y externos, materias primas, costo y productividad de la mano de obra, materiales fabricados internamente versus comprados a terceros, componentes importados, etc. Pero nada de eso es suficiente si se obvian las políticas públicas, especialmente cuando se es una pyme. 

La vulnerabilidad de una pyme aumenta cuanto más lejos del consumo masivo se encuentra dentro de la cadena de valor. Esto es así en EEUU, como en Alemania, Corea, Japón y en Argentina también.

Las restricciones externas han sido las principales impulsoras de la sustitución de importaciones, me recordó hace poco el amigo Bruno. A lo que me agrega, en Argentina, como en otros países, el motor de arranque ha sido y es la política del Estado. En nuestro caso fue Mosconi. Seguido con altos y bajos hasta 1991. Luego de eso, lo más fuerte pasó a ser cada crisis de restricción externa. 

Es cierto, aunque ahora el camino hacia adelante es más complejo. Se pierde eficacia si nos dejamos dominar por la búsqueda de soluciones a corto plazo. Improvisar nunca ha sido fácil cuando se buscan resultados eficientes y eficaces. Ocurre tanto en el arte como en cuestiones de tecnología o de fabricación. 

Se torna más difícil aún para un Estado que, durante 21 años (1991-2012) abandonó sus conocimientos industriales y tecnológicos en el sector hidrocaburos. 

Y que aún hoy, existiendo el control estatal de YPF y la creación de Y-TEC, no logra articular los conocimientos repartidos entre cientos de pymes. La construcción necesita mucho “craneo” desde los distintos actores. Poder político, empresarios de sectores tecnológicos, científicos e ingenieros. Nuevamente aparece la restricción externa. ¿Hay voluntad estatal de sustitución de importaciones? Si así fuera, pongamos a empresarios y tecnólogos, aportemos nuestras experiencias e ideas, armemos equipos porque no alcanza con las piezas sueltas.

Seamos optimistas, soñemos lo imposible

El petróleo como motor del desarrollo industrial…

Exacto.  Con el boom petrolero de los 70 en adelante, a la hora de elegir qué promover industrialmente,  Dinamarca: ¿podía ganar por el lado de commodities siderometalúrgicos de gran escala? Entonces apostó al desarrollo de tecnologías para la fabricación propia. Tecnología en bienes y servicios, sabiendo Dinamarca que está metida en el centro de Europa, con una vecina como Alemania. No voy a publicitar marcas, sólo contar que un fabricante de desnatadoras de leche (recuerde que era un fuerte exportador de lácteos) se transformó en una poderosa empresa para centrifugadoras “desnatadoras” de petróleo.

Pero el ejemplo que parece más claro y cercano en el tiempo, viene de Noruega. Hace 60 años muchos países en el mundo, entre ellos Argentina, contaban con más desarrollo industrial en cuanto a diversificación y tecnología propia. 

Noruega, seguramente, había aprendido de sus etapas previas de industrializaciones (a fines del S.XIX llegó a ser uno de los principales armadores de buques) y una larga historia de trabajo duro para vivir del mar, del campo y de la escasez. ¿Qué tenía hace 40 años para rediseñar su industria? Petróleo y planes. 

La oportunidad de hace 40 años era proyectarse nuevamente al mar (off‐shore). Y la aprovechó. Levantó Statoil —hoy Equinor— como una de las importantes petroleras del mundo, más por su conocimientos que por sus dimensiones. Aunque no es pequeña. 

Esa empresa estatal impulsó e impulsa el desarrollo tecnológico e industrial, a través de planes  que se vigilan y ajustan permanentemente. Hacen a la manera moderna, con más precisión y prolijidad, lo que nuestro Enrique Mosconi hizo desde el principio. 

¿Se acuerda la anécdota de Mosconi con Di Tella para empezar a fabricar bombas para surtidores? Luego fueron bombas pesadas, motores eléctricos, equipos de bombeo, caños con costura.

Hoy Equinor posee una amplia industria de proveedores locales, basados en joint ventures con compañías extranjeras e industrias con desarrollos tecnológicos propios. Nosotros también hemos conseguido contar con industria tecnológica propia. ¡Son más de 400 pymes! Hay que profundizar el estudio de las redes pymes.

Si quiere saber cómo hacen los alemanes y porqué le interesa a EEUU: lea lo que escribe el columnista del Wall Street Journal, Chase Gummer . “En momentos en que el gobierno de Estados Unidos trata de avanzar hacia una mayor colaboración con la industria manufacturera de alta tecnología, Alemania está mostrando lo que ese enfoque puede lograr.” Insospechado de promover la planificación estatista.

La principal razón que hizo exitosos a Japón y Corea, junto a la propia y laboriosa voluntad, es la planificación estatal a corto, mediano y largo plazo.

¿Usted mencionó a las redes entre las pymes a qué se refiere?

Las cadenas de valor suelen modelarse a partir de la relación vertical que va desde la provisión de las materias primas hasta el producto final elaborado por una gran industria o corporación. Sin embargo los eslabones de esas cadenas suelen participar de otras cadenas y de la interrelación horizontal con otros eslabones que no se explicitan en las cadenas. Existen así desde relaciones casuales hasta permanentes que forman redes con núcleos concentrados como polos o grupos, o más difusos como ramas extendidas. El desarrollo más fuerte se da donde se sabe mirar las redes aún más que las a cadenas, para poder encontrar debilidades y fortalerzas, oportunidades y riesgos que parten de las miradas regionales y nacionales e incluyan sus necesidades económicas y sociales.

Estudiar y medir las redes pymes —específicamente las que poseen tecnologías propias— permite diseñar políticas productivas que impacten en la elevación de la calidad educativa y del trabajo, en la ocupación, en la interación local y nacional, en las mejoras en los términos de intercambio de las exportaciones.

Mezclado, no revuelto, en este entramado deberían estar algunos de los miles de investigadores del CONICET y de las Universidades Nacionales. 

Para visualizar políticas se requiere, como lo dije hace 10 años, un mapa pyme del sector hidrocarburos. Realizado con inteligencia para poder discernir y planificar.

¿Vaca Muerta o Convecionales?

Es un dilema falso, como muchos que se basan en apariencias. Sabemos mucho acerca de explotaciones convencionales con elevado corte de agua. No hay muchos en el mundo que logren explotar económicamente, y por décadas, yacimientos con más de 70% de agua promedio. Entre las últimas innovaciones locales está el desarrollo y aplicación de productos y métodos para EOR. Incluyendo simulación numérica para ahorrar en expetimentación. Además es explotación mayoritaria. ¿Debemos abandonarla?

Esta experiencia la han sabido aprovechar muchas operadoras y empresas de servicios que llevaron ingenieros argentinos por el mundo. Esa podría ser la marca Argentina para petróleo. Conocimientos, experiencia y capacidad de innovación permanente aplicados a yacimientos maduros y a la explotación secundaria. Con toda la cadena de valor “Industria Argentina”.

Son algunos miles de millones de dólares “dormidos” aún para la exportación. Propongo que no hablemos acerca de lo que se podría haber hecho y no se hizo.

Por su parte, el shale, como el tight y otras formaciones que presentan nuevos desafíos técnicos y tecnológicos son también la oportunidad de pensar nuevos desarrollos locales. ¿Cómo no aprovechar lo que tenemos como base lanzamiento de una nueva generación de productos y de industrias?

Contamos centenas de industrias tecnológicas dentro del sector petróleo y gas. Comenzando con la geología, o como se dice “desde el fondo del pozo y más allá”, pasando por la producción y el tratamiento de los fluidos, hasta su transporte, refinación y distribución, en todas las etapas existen decenas de tecnólogos e industrias proveedoras con know‐how propio.

Pongamos el enfoque en unos años hacia adelante. Digamos 5, para empezar. Juntos, el sector público y el privado –que es mayoritariamente pyme‐ hagamos el ejercicio: planifiquemos, construyamos, auditemos, evaluemos y volvamos a planificar esta nueva etapa de industrialización.

1 (http://www.lanacion.com.ar/1697821elsecretodelpoderioindustrialaleman)


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