PETRÓLEO & GAS

La revolución eólica uruguaya

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Hace unos 10 años el Uruguay se encontraba frente a un desafío complejo desde el punto de vista energético. Sequías se alternaban provocando amenazas de abastecimiento en un mercado eléctrico basado casi únicamente en energía hidroeléctrica y fuentes fósiles, por momentos 50/50. Un Uruguay obviamente tomador de precios del petróleo recurrió por momentos a importar energía eléctrica a precios de locura (en ocasiones superaron los USD 350 - 400 USD/MWh).

Por Fernando Schaich*

Era obvio que una crisis se avecinaba y claramente las energías renovables llamadas “no convencionales” surgieron como una solución casi perfecta para este mercado, lideradas por la energía eólica.

Fue así que se comenzaron a diseñar e implementar paquetes de exoneraciones fiscales, beneficios y algunas facilidades para las energías renovables no convencionales (podríamos discutir mucho tiempo si fueron subsidios o no, yo me inclino mas a pensar que un subsidio es algo diferente).

A eso se sumó en el año 2010 la redacción e implementación de una política de estado de largo plazo claramente enfocada en las energías renovables y la eficiencia energética que fue suscrita por todos los partidos políticos con representación parlamentaria.

A mi criterio, ese fue el hito mas importante y el ingrediente fundamental para lograr el éxito de esta transformación en los siguientes años.

Esto le dio seguridad a los inversionistas internacionales que llegaron al Uruguay en búsqueda de la tradicional seguridad política y jurídica que el país ostenta, de los atractivos proyectos y de las reglas de juego claras. La historia final ya es bastante conocida, el Uruguay pasó de ser apenas una promesa, a ocupar el segundo lugar en el mundo (luego de Dinamarca) de países con la mayor penetración de la energía eólica en la matriz eléctrica superando hoy el 40% con creces.

Si bien la eólica fue la vedette, tanto la biomasa (incluso antes que la eólica) y la solar mas tarde, acompañaron este cambio de manera muy complementaria junto con la ya tradicional hidroeléctrica que data de varias décadas anteriores.

Esa “tormenta perfecta” que integraron la hidroeléctrica junto con estas nuevas fuentes, facilitó mucho las cosas permitiendo a los embalses actuar como verdaderas baterías de acumulación mientras se despachan la eólica, la biomasa y la solar.

Alcanza con tomar un ejemplo al azar del perfil actual de generación del Uruguay (ver Figura 1 que corresponde al 23 de julio de 2018). En el mismo puede verse claramente la poca o nula generación térmica y la incidencia de la eólica y la hidroeléctrica.

Hay que tomar en cuenta que todo esto ha sucedido entre licitaciones de los años 2010 y 2012 siendo las construcciones del último parque eólico, sobre 2017. Es por ello que los precios de venta de energía se encuentran entre 65 y 70 USD/MWh. Si uno lo mira con la perspectiva de los últimos precios de las subastas en Mexico, Chile, Brasil o incluso Argentina (todos ellos en el rango entre 20 y 40 USD/MWh), parecen ser precios muy elevados.

No hay que olvidar que este “boom renovable” generó en el Uruguay, capacidades técnicas de todo tipo que hoy en día se exportan a toda la región y por sobre todo, esto sucedión unos 5 años antes por ejemplo a la reforma energética de México o 6 años antes que la Ronda 1 del programa RenovAr por citar dos ejemplos cualquiera.

Como usualmente sucede, todo proceso tiene sus detractores y la gran crítica que se le hace es: ¿por qué Uruguay instaló algo mas de 1500 MW de energía eólica cuando la demanda media es inferior a ese valor y la máxima apenas supera los 2000 MW?

La respuesta es sencilla: ante la duda de que realmente fueran a instalarse todas las plantas que fueron adjudicadas en las licitaciones, se prefirió jugar a más, en el entendido que la situación de Uruguay era compleja previo a este proceso y siempre está la alternativa de la exportación.

Si bien es cierto que en algunos momentos, las plantas deben sufrir curtailment (aunque de todas maneras el sistema pague por la energía no generada durante ese período), el balance es a mi criterio netamente positivo y es uno de los mejores ejemplos (al menos que yo recuerde) de participación de privados bajo una regulación del Estado e incluso con algunas plantas propiedad de la mismísima UTE.

La tarifa eléctrica

Durante todo este proceso, la expectativa del publico en general se sustentaba prácticamente en una pregunta:  si el costo de la energía que compra UTE ha bajado tanto de precio, ¿cuando bajan las tarifas?

Esta pregunta tiene una muy simple respuesta: el costo de abastecimiento de la demanda (CAD) en Uruguay no tiene una vinculación ni se encuentra atado de ninguna manera a las tarifas finales y por tanto las tarifas finales pueden ser manejadas totalmente independientes del CAD.

Si bien es sabido que el CAD es apenas uno de los componentes que integran la tarifa final (otros son lógicamente, la masa salarial de UTE, la infraestructura eléctrica como líneas, subestaciones, etc), era de esperar que una baja tan drástica en el valor del CAD, tuviera efectos mas significativos en la tarifa final.

Como explicamos antes, dada la no vinculación entre el CAD y las tarifas al consumo final, estas últimas pueden ser usadas como herramientas de ajustes desde la administración central con fines recaudatorios.

Es por todo ello que Uruguay sigue siendo hoy en día uno de los países con las tarifas eléctricas mas caras de la región (especialmente en el rango residencial, (ver Figura 2).

Hay que tomar en cuenta que Uruguay tiene uno de los sistemas eléctricos con mayor penetración porcentual llegando prácticamente a toda la población en un país cuya densidad demográfica es muy baja. Eso también conspira contra los precios de la energía. En conclusión: el Uruguay ha atravesado una verdadera revolución renovable en los últimos años, siendo pionero en la región (quizás a excepción de Brasil) y generando muy velozmente una solución a un problema endémico con fuentes renovables y sobre todo, autóctonas que le brindan una autonomía energética y especialmente lo desacoplan notablemente de las fluctuaciones del precio del petróleo (ver nuevamente la Figura 1 en donde prácticamente no hay generación térmica).

Todavía queda un gran desafío: la matriz primaria sigue siendo muy dependiente del petróleo (especialmente por el sector industrial y de transporte). Es en este último (transporte) en donde nuevamente el país está tomando la iniciativa hacia una nueva era aprobando una serie de paquetes de beneficios impositivos y fiscales para favorecer la adquisición de vehículos eléctricos especialmente en las empresas.  Esos paquetes hacen que hoy en día ya sea rentable (para una empresa con una flota de vehículos utilitarios que por ejemplo en promedio recorran mas de 100 km por dia), transformar su flota de vehículos tradicionales a combustión interna, a vehículos eléctricos con repagos de aproximadamente un año. Ya se pueden ver en las calles de Montevideo varias unidades de taxis eléctricos y el plan es contar con unos 300 taxis de este tipo en un par de años.

Sin duda que hay mucho por hacer aún pero el camino está trazado y las metas son claras. Hasta la próxima.


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