ELECTRICIDAD

La hora de Juan José Aranguren

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Semblanza de un ministro que busca recuperar la racionalidad                                                                                                                                            

 

EMILIO-CARDENAS-GRANDE

 

La hora de Juan José Aranguren

Por Emilio J. Cárdenas (*)

Juan José Aranguren ha sido designado por el presidente electo, Mauricio Macri, para desempeñarse como nuevo Ministro de Energía y Minería de la Nación. Ingeniero químico y experto en sistemas, Aranguren llega al cargo con una indiscutible experiencia en la materia. Hablamos de 37 años de trabajo en Shell Argentina, 12 de los cuales lo vieron en el timón de la empresa. Esto es, conocimiento, honestidad, lealtad y continuidad. No es poco.

Pero lo cierto es que todo eso no es lo único que el ministro designado aporta. Juan José Aranguren fue blanco principal de las iras, intimidaciones, presiones, envidias, resentimientos y maniobras de los dos últimos gobiernos nacionales. No sólo por lo que era, también por lo que representaba. Fue acosado judicialmente como muy pocos empresarios en nuestra historia. Con decenas de causas penales, sin razón. En la que fuera una de las peores demostraciones de abuso de poder. Pero no retrocedió nunca, ni buscó maneras de “componer” cediendo principios y cambiando de conducta.  

Es entonces un magnífico ejemplo de dirigente empresario argentino, en una década en la que muchos, desgraciadamente, eligieron otras actitudes y hasta acompañaron una forma de gobernar desde el autoritarismo y el miedo o prefirieron refugiarse en el silencio cobarde. Por eso Juan José Aranguren es acreedor del respeto de todos.

Ahora debe conducir la política energética argentina. Sabe bien de lo que habla. Genera confianza. Pero tiene conciencia de que la seguridad energética de nuestro país hoy no está garantizada. Y que, como ha dicho, “la esquizofrenia ha vivido en el sector en los últimos años”.

Por eso, Aranguren proclama que debemos “recuperar la racionalidad”. Y tiene razón. Seguramente atacará la ola de subsidios que, desde el capricho y la arbitrariedad, ha reemplazado a la verdad y desplazado a la razón. Como suele señalar, ocurre que los subsidios son irracionales en un país que es importador de energía, como el nuestro que trae desde el exterior el 15% de la energía que su economía y sociedad requieren. En esto deberá cuidar especialmente la situación de aquellos más vulnerables, los hombres y mujeres de menores ingresos.

Además, deberá normalizar los precios relativos de las caóticas tarifas de nuestros servicios, que impactan en todo el quehacer económico. Y revisar con urgencia los retorcidos esquemas regulatorios con los que operamos. Con paso firme, pero sin apresuramientos. Con objetivos transparentes y conocidos, de modo que pueda irse midiendo el grado de avance.

Como si eso fuera poco, el desafío que Aranguren enfrenta requiere trabajar para atraer la inversión a un sector donde la falta de rentabilidad y la arbitrariedad la ahuyentaron. Particularmente en dirección a la producción estratégica de gas natural. Incluyendo alentar los esfuerzos para lograr mayores y mejores niveles exploratorios. Esto podría revertir una tendencia muy preocupante, como la que supone que la producción petrolera argentina haya estado en caída todo a lo largo de las dos últimas gestiones de gobierno. En esto, su sólo nombre es, en mi opinión, un sinónimo de confianza y obviamente ayudará. El levantamiento progresivo del absurdo “cepo cambiario” será también clave.

En la ecuación que Aranguren debe reconstruir desde el equilibrio, hay también otros temas prioritarios. Como reestructurar la matriz energética, diversificándola como corresponda. O como transformar a YPF en una empresa competitiva a nivel internacional. O la necesidad de avanzar sin amenazar el empleo. O mantener el impulso necesario para avanzar con la opción -no convencional- que Vaca Muerta significa, tanto para la producción argentina de gas como de crudo, sin por ello descuidar la producción tradicional.  Y cuidando siempre el medio ambiente.

En otro orden de cosas, Aranguren deberá asimismo, creemos, clarificar -para la historia- todo lo efectivamente sucedido en materia de importaciones de crudo y de gas natural a lo largo de la década pasada. Esto es aquellas operaciones que fueron realizadas a través de Enarsa o materializadas de otra manera. Hay todavía realmente demasiados nubarrones oscuros y poca transparencia flotando sobre ese capítulo del sector energético argentino. Incluyendo la historia que tiene que ver con las múltiples operaciones con Venezuela. Sin por ello detenerse en atender las urgencias y reorganizar la gestión desde la racionalidad, por cierto.

Una nueva etapa parece abrirse para el desarrollo del sector energético argentino. La presencia de Juan José Aranguren al timón de este capítulo del quehacer nacional alimenta la esperanza de los operadores, que saben cuáles han sido las penurias que debieron atravesar a lo largo de una década de andar irracional, que felizmente comienza a quedar atrás. Su éxito será el de todos.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.


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